
El cortometraje holandés «I’m Not a Robot», dirigido por Victoria Warmerdam, acaba de ganar el Oscar. La historia sigue a Lara, una mujer que, tras fallar repetidamente pruebas CAPTCHA , esas molestas verificaciones en línea que nos piden identificar semáforos o pasos de peatones, comienza a dudar de su propia humanidad. «¿Soy humana o una máquina?», se pregunta, mientras su vida se desmorona en una mezcla de paranoia y autodescubrimiento. No solo es un relato ingenioso es un espejo de una sociedad que está siendo transformada silenciosamente.
La anécdota de Lara resuena porque no es solo ficción. En un mundo donde la tecnología invade cada rincón de nuestras vidas, desde los algoritmos que curan nuestras redes sociales hasta los asistentes virtuales que responden nuestras preguntas, la línea entre lo humano y lo artificial se desvanece. «I’m Not a Robot» no usó IA en su producción, pero su triunfo en los Oscar 2025 simboliza algo más grande: una fuerza cultural que está cambiando el arte y con él, nuestra propia identidad.
Innovación, controversia y un punto de inflexión
Los premios de la Academia de 2025 pasarán a la historia no solo por sus ganadores, sino por las tensiones los precedieron. La IA fue la protagonista inesperada, generando debates acalorados sobre su lugar en el cine. Películas como «The Brutalist», dirigida por Brady Corbet, y «Emilia Pérez», un musical innovador, estuvieron en el ojo del huracán. En «The Brutalist», la herramienta de IA Respeecher se utilizó para ajustar el diálogo en húngaro de Adrien Brody y Felicity Jones, asegurando precisión lingüística. Corbet lo defendió como un «retoque sutil», pero los detractores argumentaron que desdibujaba la autenticidad de las actuaciones humanas. En contraste, «Emilia Pérez» recibió elogios por usar la misma tecnología para perfeccionar sus números musicales, aunque algunos puristas del cine lo vieron como una traición al arte tradicional.
Los Oscar 2025 reflejaron una industria en transición, atrapada entre el entusiasmo por la innovación y el temor a perder su esencia. La Academia, presionada por las críticas, anunció que a partir de 2026 podría exigir a las películas divulgar el uso de IA en sus créditos, una medida que busca transparencia sin sofocar el progreso. Sin embargo, en medio de este torbellino tecnológico, la victoria de «I’m Not a Robot» brilló como un contrapeso. Su narrativa, libre de IA en su creación, tocó una fibra sensible: ¿qué significa ser humano cuando las máquinas pueden imitar y a veces superar nuestras capacidades?
Transformando el cine desde adentro
Más allá de los titulares y las controversias, la IA está cambiando el cine de maneras prácticas y profundas. En la preproducción, herramientas como Midjourney permiten a los directores visualizar conceptos en minutos, creando diseños de vestuario o escenarios con una rapidez que antes era impensable. En la producción, cámaras impulsadas por IA capturan tomas perfectas en condiciones difíciles, reduciendo costos y equipos. Y en la postproducción, la IA acelera la edición, los efectos visuales y hasta la corrección de color. Por ejemplo, en «Dune: Part Two», los icónicos ojos azules de los Fremen fueron coloreados automáticamente por algoritmos, ahorrando horas de trabajo manual.
Estas innovaciones no solo optimizan procesos, abren puertas creativas. Un director puede experimentar con ideas que antes habrían sido prohibitivas por tiempo o presupuesto. Sin embargo, esta transformación plantea una pregunta inescapable: ¿hasta dónde puede llegar la IA sin cruzar la línea entre asistir y reemplazar al creador humano?
A medida que la IA se vuelve más sofisticada, surgen dilemas éticos. ¿Quién es el dueño de una obra creada por una máquina? ¿Qué pasa si los datos que entrenan a estas IA están sesgados o vulneran la privacidad de los actores? Los Oscar 2025 pusieron estas preguntas sobre la mesa, y la industria aún no tiene respuestas claras.
Un futuro en construcción: Ética y promesa
La revolución de la IA en el cine no se detendrá, y los Oscar 2025 fueron un recordatorio de su poder y sus riesgos. Mientras la IA transforma cómo hacemos y vemos películas, también nos obliga a reconsiderar nuestra humanidad en un mundo tecnológico. ¿Podemos abrazar estas herramientas sin perder lo que nos hace únicos? El futuro del cine dependerá de cómo respondamos a ese desafío.
Al final, como sugiere la odisea de Lara en «I’m Not a Robot», la pregunta no es si somos humanos o máquinas, sino cómo preservamos nuestra esencia en un mundo que cambia a velocidad vertiginosa. El telón de los Oscar 2025 se cerró, pero la conversación apenas comienza.
En un mundo donde la IA redefine el cine, desde los Oscar hasta nuestras pantallas, el futuro pertenece a quienes dominan esta herramienta sin perder su voz creativa. Si quieres ser parte de esta revolución, el curso Inteligencia Artificial Generativa para el Audiovisual y Cine te espera. Aprende a integrar la tecnología en tus proyectos, desde guiones hasta efectos visuales, y descubre cómo contar historias que resuenen en esta nueva era. Inscríbete hoy y da forma al cine del mañana.
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